La narración

 1. Lee atentamente el inicio de este cuento y responde a las preguntas.

Escribo esta historia, no con la esperanza de que sea creída, sino para prepararle, en la medida de lo posible, una escapatoria a la próxima víctima. Tal vez esta pueda beneficiarse de mi infortunio. Me llamo Edward George Eden. Nací en Trentham, en Staffordshire, pues mi padre era un empleado de los jardines de aquella ciudad. Perdí a mi madre cuando tenía tres años y a mi padre cuando tenía cinco; mi tío George Eden me adoptó entonces como hijo suyo. Era soltero, autodidacta y muy conocido en Birmingham como periodista emprendedor; él me educó generosamente y estimuló mi ambición de triunfar en el mundo y, a su muerte, que acaeció hace cuatro años, me dejó toda su fortuna, que ascendía a unas quinientas libras después de pagar todos los gastos pertinentes. Yo tenía entonces dieciocho años. En su testamento me aconsejaba que invirtiera el dinero en completar mi educación. Yo ya había elegido la carrera de medicina y, gracias a su generosidad y a mi buena estrella al serme concedida una beca, me convertí en estudiante de medicina en la Universidad de Londres.


H. G. Wells, La historia del difunto señor Elvesham


a ¿Qué tipo de narrador cuenta la historia?

b Transforma el fragmento en negrita. Utiliza un narrador observador externo.

c ¿Crees que la continuación de este relato será una narración realista o fantástica? ¿Hay algo en el texto que lo indique?

Subgéneros narrativos: la épica, el cuento y la novela

2. El microrrelato es un género con unas características propias: extensión muy breve, ausencia de descripciones, tiempos y espacio apenas sugeridos y final sorprendente.

Lee el siguiente texto y contesta a las preguntas:

Paseaba por Vallecas cuando una fuerza desconocida me hizo entrar en un pequeño piso de planta baja que tenía la puerta abierta. Sobre una mesa camilla había un libro: una guía de Madrid. No había nadie, así que movido por la curiosidad, robé la guía y salí a la calle. En la página cinco aseguraba que en un local de Luchana unos centauros tiraban cañas como nadie. Me acerqué hasta allí y un hombre con patas de caballo me puso una cerveza. Boquiabierto, la bebí de un trago y fui a otra dirección: un zoo de Atocha. La guía decía que tenían cíclopes salvajes, pero además pude ver trolls y hadas. Consulté la guía de nuevo y me dirigí a un museo en Gran Vía, 9. Unas vitrinas mostraban fósiles de gnomos y esqueletos de unicornios. Atónito ante este Madrid desconocido, fui a un restaurante de Sol atendido por ogros y almorcé carne de dragón. En la última página de la guía de Madrid aparecía mi nombre completo y la dirección del piso en el que había robado el libro. El texto decía que en esa casa vivía el único personaje de ficción de carne y hueso que existe en el mundo. Desconcertado, me dirigí de nuevo Vallecas. Llamé a la puerta, un hombre alto abrió, me tendió la mano y me dijo: —Hola, soy tu autor, pasa. Te estaba esperando.

a Resume el texto en 4 a 6 líneas.

b ¿Por qué es un texto literario?

c ¿Por qué es un texto narrativo?

d Qué tipo de narrador presenta? Justifica tu respuesta con citas del texto.

e ¿Por qué es un relato fantástico?

f El texto basa su originalidad en una sorpresa final, ¿cuál?

g ¿El lenguaje te parece técnico, coloquial, vulgar, literario? ¿Por qué?

h Expón tu valoración personal del texto.

3.- Lee el siguiente texto y contesta  las preguntas:

Entre los indios crow estaba mal visto hacer preguntas. Se consideraba una ofensa dirigirse a alguien directamente y preguntarle, por ejemplo: «¿Cómo está tu hermano?». Hacer una pregunta directa significaba obligar a la otra persona a responder. Y a los indios crow no les gustaba tener obligaciones. Les gustaba sentirse libres como las nubes en el aire. Por eso, pasaban los días y la abuela Luz Dorada, aunque estaba inquieta, no preguntaba a su hija, sino que por la mañana le decía, por ejemplo:

––Esta noche tampoco he oído el llanto de tu hijo.

Abeto Floreciente intentó tranquilizar a su madre:

––Eso es la vejez, madre. Los viejos dormís profundamente. Recuerda cuando, en las praderas, las hienas se acercaron al poblado de noche y tú tampoco oíste sus aullidos.

Pero la madre de Cazador Silencioso estaba también preocupada. En seis días, su hijo no había llorado ni una sola vez, mantenía continuamente los puños cerrados.

Y además no había abierto los ojos.

Abeto Floreciente calló todo esto para no disgustar a Arco Certero. Sabía que su marido deseaba sobre todo un hijo varón y estaba feliz por haber tenido a Cazador Silencioso. Cuando se quedaba a solas con el niño, dándole de mamar o cambiándole el pañal, Abeto Floreciente se dirigía a su hijo:

––Llora, hijo, llora. Si no lloras ahora de niño, todos tendremos que llorar cuando crezcas.

La noche del séptimo día, Abeto Floreciente no podía dormir. Temía que su hijo no tuviese Voz. Y la Voz era muy importante para los indios crow. Era lo que los diferenciaba del resto de los animales del cielo, de la tierra y del agua. A medianoche, decidió no darle de comer. Y pasó las horas hasta la llegada del amanecer pendiente de si el niño gritaba para reclamar el pecho. Durante ese tiempo, Abeto Floreciente colocó a su pequeño bajo su brazo y le decía de vez en cuando:

––Llora, hijo, llora. Mejor que llores de niño a que tengas que hacerlo cuando seas un hombre.

A la salida del sol de su octavo día de vida. Cazador Silencioso lanzó un sonoro berrido. Un estruendoso grito que despertó a su padre, Arco Certero, a Cierva Blanca y a Montaña plateada, sus dos hermanas. También despertó a otros habitantes del poblado, sobre todo a la abuela Luz Dorada, quien apareció feliz a la entrada del tipi diciendo a su hija, que daba orgullosa de mamar al niño:

Esta madrugada, el sol ha salido con fuerza; será un buen día.

––Sí, madre. Será un buen día para todos.

Abeto Floreciente estaba feliz. Su hijo no solo había utilizado con fuerza su Voz, sino que al hacerlo había abierto sus puñitos cerrados.

Ahora, mientras mamaba con energía de su pecho, el niño agarraba con fuerza uno de sus dedos, apretándolo al ritmo que latía su pequeño corazón. Al verlo, la abuela pensaba que Cazador Silencioso crecería como un muchacho sano. De mayor sería un hombre fuerte. Y un poderoso cazador. Ya no se arrepentía por haberle dado ese nombre mientras lo lavaba a la orilla del río.

Pero transcurrieron los días y el niño no abría los ojos. Como otras cosas, ese hecho no había pasado desapercibido a la abuela Luz Dorada, que a partir del décimo día comentó a su hija:

––Creo que mi nieto todavía no conoce la forma de tu cara.

La madre del niño trataba de espantar las preocupaciones de la abuela y decía mientras veía dormir a su pequeño:

––Mi hijo reconoce mi voz, aprieta mis dedos y toma con gusto la leche de mis pechos, madre. Tiempo tendrá de conocer mi rostro y el tuyo. Mírale y escúchale. Es un niño sano y fuerte.

Cazador Silencioso lloraba solo lo indispensable, cuando sentía hambre o su pequeña tripa se hinchaba de gases. Pero si estaba despierto, ronroneaba como si quisiera echar a hablar. Era un gau-gau continuo y con ritmo, parecido al de una canción. Aunque era cierto que sus ojos permanecían cerrados. Y eso tenía preocupado a Abeto Floreciente, aunque ella no quería reconocerlo.

Transcurrieron las dos semanas en las que, según la tradición crow, ni la madre ni el recién nacido debían salir fuera del tipi. Esas dos semanas eran el tiempo que tardaba el alma en asentarse al cuerpo de los recién nacidos y no debían salir fuera para que el alma no se la llevara un mal viento. También era el tiempo para que, según las costumbres indias, las madres pudieran saber si un niño crow debía o no vivir en la tribu. Si por alguna razón, el Gran Espíritu deseaba llevárselos durante ese periodo, los padres no debían sentir pena, porque el alma del recién nacido aún no había llegado a la comunidad.

El decimoquinto día, Cazador Silencioso, con su recién estrenada alma de niño, salió del tipi en brazos de su madre. Las otras mujeres se acercaron para verle y alabaron a Arco Certero por haber engendrado un muchacho. También elogiaron a Abeto Floreciente porque tuviera un cuerpo tan bien formado. La abuela Luz Dorada estaba orgullosa porque sus vecinas ensalzaran a su primer nieto varón sonreía ufana mientras caminaba abrazada a su hija.

Pero, de repente, Cazador Silencioso abrió los ojos. Y un suspiro de espanto y decepción brotó de las gargantas de las mujeres que le observaban. También Abeto Floreciente se sobresaltó. Cazador Silencioso mostró al abrir los ojos una córnea absolutamente blanca.

Blanca como si la nieve o las nubes hubiesen quedado atrapadas en sus párpados.


a ¿Qué tipo de narrador encontramos en este texto?

b ¿Quién es el protagonista de este fragmento? Justifica tu respuesta.

c ¿Cuáles son los otros personajes que intervienen y cuáles son las relaciones que los unen?

d ¿Qué hechos importantes ocurren?

e Divide el texto según la estructura narrativa habitual: principio, nudo y desenlace.

f ¿En qué lugar crees que está situada la historia?

g ¿En que tiempo se sitúa la historia? ¿Por qué?

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